Del Hospital San Juan de
Dios, de Granada, no queda más que los viejos recuerdos, las ruinas
despedazadas por el tiempo, y los fantasmas… ¡Muchos,
muchísimos fantasmas!
Detrás de esas viejas y sucias paredes, de aspecto tétrico, parecen deambular algunos seres de ultratumba.
Detrás de esas viejas y sucias paredes, de aspecto tétrico, parecen deambular algunos seres de ultratumba.
No es algo raro. Aquellos que somos aficionados al tema de lo paranormal pronto descubrimos que los hospitales albergan algunos de los fenómenos más extraordinarios, quizás debido al sufrimiento y el dolor que en tales sitios se experimentan.
UN POCO DE HISTORIA
El Hospital San Juan de Dios de Granada empezó a ser construido en el año 1880 cuando el antiguo hospital comenzó a mostrarse insuficiente para la creciente población de la ciudad.
Antes de ello, los enfermos eran atendidos en edificios estrechos, tenebrosos y carentes de ventilación, pero se proyectaba que el nuevo hospital fuera mucho mejor que el antiguo sanatorio. Finalmente, los trabajos culminaron en la inauguración de dicho edificio, el 31 de diciembre de 1905.
Durante casi un siglo, el elegante Hospital de perfecta arquitectura neoclásica se mantuvo brindando servicio tanto a ricos como a pobres (aunque a los ricos, se les atendía mucho mejor), pero eso llegó a su fin en 1998, cuando la atención médica se trasladó a un nuevo local, dejando al San Juan de Dios en el abandono.
Luego el Gobierno declaró a dicho edificio como Patrimonio Nacional y actualmente hay un sobrio letrero en la entrada que anuncia que el sitio le pertenece a la Alcaldía de la Granada, agregando que está prohibido el paso.
EL
TÉTRICO HOSPITAL DE HOY EN DÍA
La fachada del edificio
es perfecta para una película de terror de las viejitas. Las paredes antiguas y
sucias conservan cierto aire gótico, y la puerta principal parece la boca de
un monstruo inmóvil.
Atravesar la entrada y asomarse a un mundo en ruinas, es todo en uno. Sólo se necesitan un par de pasos para ver los pasillos derruidos, algunas salas invadidas por la maleza salvaje y los muros adornados de grafitis obscenos e inefables. En algunos sitios el techo falta, en otros sólo queda una vieja armazón de madera que parece desear caerse a pedazos en cualquier momento.
Los pasillos se extienden de manera interminable y no es difícil toparse con muros derrumbados, vigas despedazadas, grietas traicioneras y desastres indescriptibles.
Si el sitio es tan perturbador a plena luz del día, ¿cómo crees que será en la noche?
FENÓMENOS PARANORMALES
Desde siempre, el Hospital San Juan de Dios ha tenido la extraña fama de ser un nido de criaturas de ultratumba.
Las leyendas locales hablan de esferas de luz volando en el recinto, de rostros infantiles asomados a los huecos de las ventanas, y de sombras pavorosas que salen de las ruinas a recorrer las calles en la oscuridad nocturna.
Por supuesto, siempre hay escépticos que niegan estos sucesos y atribuyen las leyendas a la imaginación popular. No obstante, son los mismos guardas de seguridad, que protegen el edificio, los que narran fenómenos extraños, entre ellos ruidos desconocidos, susurros en la oscuridad o llantos estremecedores.
Uno de los guardas ha dicho que ha experimentado como una fuerza invisible cerraba sus dedos sobre su cuello, tratando de asfixiarlo.
Por si ello fuera poco, además nos narra que en las oficinas, que aún funcionan en el lugar, las puertas se abren y cierran por sí solas, se escuchan carraspeos y alguna mano mágica aprieta las teclas de la computadora apagada.
Si quieres ver el
testimonio del anónimo guarda puedes hacerlo sólo dando click AQUI (Créditos al youtuber Evenor Gonzalez, quien, lamentablemente, no nos brinda mayores datos).
Puedes creer o no en fantasmas. Ciertamente no podemos estar seguros de nada con respecto a estos testimonios, pero -parafraseando a Shakespeare- es inevitable reconocer que hay más cosas entre el Cielo y la Tierra de las que puede soñar nuestro cómodo escepticismo.
Puedes creer o no en fantasmas. Ciertamente no podemos estar seguros de nada con respecto a estos testimonios, pero -parafraseando a Shakespeare- es inevitable reconocer que hay más cosas entre el Cielo y la Tierra de las que puede soñar nuestro cómodo escepticismo.
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