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Mostrando entradas de marzo 23, 2024

DOÑA BÁRBARA, ENTRE LA CIVILIZACIÓN Y LA BARBARIE

La leí con sólo doce años de edad, una tarde de vacaciones, acostado en una hamaca bajo un cielo celeste que se iba oscureciendo con el anochecer. Ya había leído a Rubén Darío y tenía la cabeza llena de novelitas de vaqueros y espías, así que me sentí listo para uno de los libros gruesos que mi tía Martha tenía en un baúl de su cuarto. Saqué tres: una pésima novela nicaragüense de cuyo nombre no quiero acordarme, un largo reportaje de la pesca indígena y «Doña Bárbara» de Rómulo Gallegos sin saber que esa última me cambiaría la forma de ver el mundo. Desde mi hamaca abrí el libro de páginas amarillentas, con cierto aroma embriagador y leí: «Un bongo remonta el Arauca bordeando las barrancas de la margen derecha. Dos bogas lo hacen avanzar mediante una lenta y penosa maniobra de galeotes. Insensibles al tórrido sol, los broncíneos cuerpos sudorosos...» Listo. Ya no estaba en casa. Sin saber cómo, había sido transportado y estaba en el río Arauca, encima de un bongo, viendo a los trabaj

LA DEUDA (Relato)

  A los cuatro años de edad, Andrea dejó de hablar. Ni los tratamientos más modernos, ni la psicoterapia más activa, ni las interminables sesiones de hipnosis habían logrado arrancarle una palabra después de aquel lunes funesto en que vio a su padre matando a su madre. El forense contó cuarenta puñaladas. El hombre, convertido en una bestia sin raciocinio, las había descargado sin vacilación primero sobre el pecho y el estómago, luego sobre el cuello y las piernas, para culminar con satánico deleite en el rostro de la mujer que había sido su esposa y su víctima por ocho años de un mal matrimonio que parecía un secuestro. Dicen que su padre también trató de matarla a ella. Cuando ya nada quedaba del rostro de su madre, levantó los ojos vacíos y miró a Andrea. Ella se había orinado sobre la alfombra y temblaba sin parar, pero entendió lo suficiente como para saber que si se quedaba ahí también iba a morir. Comenzó a correr a tiempo. Su padre, monstruo embriagado de muerte, se le ab