Estaba sentada en una banca del parque, bajo el torrencial impacto de la lluvia, completamente empapada y con la mirada perdida. Era bella. No tendría más de veinte años y tenía un aura de sensualidad que se acentuaba con el vestido pegado a su silueta perfecta. Su rostro fino descansaba sobre sus manos mientras el viento agitaba su cabellera negra. -¿Crees que espere a alguien? -le dije a Rodrigo. -Ninguna mujer en sus cabales espera a nadie bajo la lluvia -replicó mi compañero. Yo la seguí observando desde el cristal de la ventana y me embargó la profunda certidumbre de que tenía que ir a hablarle. -Quizás se espera a sí misma -le dije a Rodrigo. Él no me respondió. Creo que se encogió de hombros pero no lo recuerdo bien. Aquella era una tarde aburrida y lo único que hacíamos en la oficina era vegetar a la espera de que dieran las 5 en el reloj, mientras mirábamos a la hermosa chica que se mojaba en la lluvia. -Iré -le dije a Rodrigo. -¿Qué vas a hacer? -Voy a
MISTERIOS, LEYENDAS, PSICOLOGÍA, ARTE