Cuando Mesalina murió supe que tenía que prepararme. La mala noticia me vino en un mensaje a mi whatsapp, con todo y emojis llorando, pero no respondí porque sabía que era necesario empezar con mis preparativos. Puse en silencio el teléfono, apagué las luces de mi casa y encendí una sola vela en mi habitación. Luego tapé la ventana con trapos para que no se filtrara la claridad eléctrica de la calle y esperé, esperé y esperé. Lo sé, eso podría parecer una reacción bastante extraña de mi parte, pero tenía una justificación clara. Mesalina y yo teníamos un pacto, un pacto inviolable, y estaba seguro de que mi amiga no se olvidaría de cumplirlo: El que muriera primero debía ir a visitar al otro. Al principio, formulamos ese juramento como una broma un tanto macabra mientras leíamos relatos de Poe, novelas de Lovecraft y criticábamos los películas de terror actuales. Sin embargo, cuando Mesalina se enteró de su enfermedad, el pacto tomó connotaciones serias. Lo cierto es que era evidente q
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