Desde hace varias semanas se ha podido ver, alrededor del atardecer, una estrella de un brillo realmente intenso que ha provocado diversas especulaciones entre personas más o menos desocupadas.
Hay quienes creen que se trata de un avión, la estrella de Belén, el cometa Ison o una supernova, pero la realidad es que esa estrellota no es, en realidad, una estrella: es un planeta y se llama Venus.
Venus es un planeta que se encuentra extraordinariamente cerca del sol, que se hace visible en el Oeste, más o menos en el ocaso, y que refleja la luz solar con una intensidad increíble, en algunas ocasiones es tan potente como un reflector artificial por lo que muchas personas tienden a confundirse.
La primera vez que la vi, hace algunos meses, era todavía de día y brillaba con gran majestuosidad en el cielo limpio de la tarde.
No tuve problemas para identificar, por su posición en el cielo y por su brillo, que se trataba del planeta que lleva el nombre de la diosa romana de la belleza, Venus.
Para concluir transcribo un precioso poema de Rubén Darío acerca de ese brillante lucero en nuestros cielos nocturnos.
VENUS
En la tranquila noche, mis nostalgias
amargas sufría.
En busca de quietud bajé al fresco y
callado jardín.
En el obscuro cielo Venus bella temblando
lucía,
como incrustado en ébano un dorado y
divino jazmín.
A mi alma enamorada, una reina oriental
parecía,
que esperaba a su amante bajo el techo de
su camarín,
o que, llevada en hombros, la profunda
extensión recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un
palanquín.
«¡Oh, reina rubia!, díjele, mi alma
quiere dejar su crisálida
y volar hacia ti, y tus labios de fuego
besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu
frente luz pálida,
y en siderales éxtasis no dejarte un
momento de amar».
El aire de la noche refrescaba la
atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con
triste mirar.
RUBÉN DARÍO
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