Se ve hermosa mientras se baña. El agua desciende en trasparentes riachuelos por la bronceada piel de Tamara. Se curva en sus curvas, ágilmente rodeando la estructura de sus hombros y las dunas de sus senos, y sigue bajando por la fría tez de su abdomen hacia sus piernas torneadas, hacia sus nalgas inermes, hacia la calidez de su entrepierna. Quizás debería levantarme a hora. Caminar hacia ella, abrazarla, besarla, sentir el tacto húmedo de su piel helada. De pronto, el otro hombre se acerca. Se quita la camisa mostrando su torso musculoso, se afloja el cinturón sin apartar los ojos de ella, se deshace de su pantalón y se atreve a colarse debajo de la ducha. Tamara no lo aparta, no huye, no grita. Lo recibe con los brazos abiertos, presiona su cuerpo al de él, se funden en un beso intenso, casi caníbal. ¿Qué está pasando? ¿Por qué haces eso, Tamara? Debo levantarme ahora, debo… no, no puedo. ¡No puedo, maldita sea! No tengo más opción que seguir mirand
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