Esta foto es bella
a niveles casi poéticos.
No, no se trata de
algo tan vulgar como mera excitación sexual o simple deseo carnal. Es cierto
que Emily Ratajkowski es una supermodelo que no se ha hecho famosa por su
pudor. Además, es más que obvio que no hay hombre heterosexual que no caería en
la tentación con esta joven de rostro angelical y cuerpo demoníaco…
Pero no, lo repito,
no se trata de eso.
La foto tiene una
belleza sutil que va más allá del mero promocionar de carne fresca. Es algo que
va más allá de un instinto tan básico como lo es el de reproducción.
La dichosa foto ya
tiene algún tiempo en línea. Formó parte de una campaña publicitaria de Jacquie
Aiche como una manera de promover su nueva gama de joyería.
La fotografía fue obra
de Naj Jamai, quien, teniendo a su disposición una diosa como Emily, pudo
desbordar su creatividad con imágenes perfectas con cierto encanto de Oriente Medio.
Pero, ¿qué tiene de
especial esta foto?
Mi opinión es
totalmente subjetiva pero creo que hay varios elementos que funcionan en la
fotografía. La gama de colores es perfecta. La luz acaricia la piel de la
modelo sin deslumbrar, pero tampoco sin desdibujar detalles. El fondo me parece
irrelevante, pero los ornamentos de las joyas me parecen bien pensados. No se
ven sobrecargados ni impuestos a la fuerza.
No obstante, lo que
me encanta de la foto no está (como cualquiera podría pensar) entre las manos
de la joven. No, para nada. Lo que amo de la foto es su rostro… ¿su ROSTRO?...
No, no es una broma. Es lo primero que veo en la foto y es lo que más me llama
la atención mientras la veo.
El cabello
desordenado con precisión, la ligera inclinación del rostro, los sensuales
labios entreabiertos, paralizados entre lo que puede ser un grito, un susurro
o una invitación, y los ojos… ¡Oh, esos ojos son tan misteriosos! ¿Qué pensará
Emily Ratajkowski mientras le toman esa foto? ¿Qué sutil secreto se esconderá
tras sus pupilas? Me da la impresión de una leve tristeza, una melancolía ligera
pero persistente.
Por si eso fuera
poco, la foto me transporta al libro de las Mil Y Una Noches. Veo a la bella
reina Scheherezada levantarse de la presencia del Rey Persa, luego de haberle
narrado una bella historia, y caminando con elegancia entra a sus aposentos en
el gran palacio. El rey la sigue. Se queda afuera de la puerta un momento y de
pronto entra a la habitación. La reina Scheherezada se ha quitado el vestido,
antes que las joyas, y sorprendida se cubre con las manos los senos.
El Rey se queda
inmóvil. ¿Quién puede moverse ante la visión de tanta belleza junta? Scheherezada
lo mira con tristeza. Sabe que ninguno de los dos podrá escapar de su destino.
Abre los labios para decir algo, mientras sus manos, que escondían sus pechos,
empiezan a bajar…
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