Un lunes cualquiera, Juan abrió la puerta de su cuarto y se
encontró en otro mundo.
Quizás se coló en una brecha del espacio-tiempo, o tropezó
con un portal experimental creado por agencias ultrasecretas, o simplemente
cayó, sin querer, en la broma de un dios aburrido.
Nunca lo supo. Lo único que logró saber con total certeza es
que ya no estaba en su aburrida casa en su vecindario periférico, sino en un
mundo donde bestias lovecraftnianas se paseaban, dando rugidos pavorosos, entre
una niebla grisácea. Antes de caer devorado por una criatura sin forma, cerró
los ojos y pensó en aquello de que la vida te da sorpresas...
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