La Cegua (del náhuatl, cihuatl,
mujer), también conocida como Segua o Tzegua, es un personaje de una leyenda
típica de Centroamérica, de origen mesoamericano.
LA LEYENDA
Según la leyenda, la Cegua es un
ser monstruoso que se aparece de noche por caminos solitarios a los hombres
mujeriegos que viajan solos, generalmente a caballo (o en automóvil o
motocicleta, en relatos más modernos), bajo la forma de una hermosa muchacha.
Es descrita como una joven muy linda, blanca (o morena, según la versión), de rostro
ovalado, ojos negros y grandes, largo pelo rizado de color negro y boca
preciosa, con labios rojos como sangre, con una voz divina que arrulla como
canto de sirena, y de cuerpo con curvas pronunciadas, esbelto y tentador.
Va vestida de negro completo o de
blanco y en algunas ocasiones, con un vaporoso vestido de color rosado, y en
otra versiones, con un lujoso vestido de época. En la versión nicaragüense,
además, podría llevar puesto sobre el rostro un delicado velo. Al verla, ella
convencería al varón de que la suba a su caballo. El hombre, al voltear la
cabeza para contemplar lascivamente a la joven, se encuentra con que realmente
ha subido a su caballo a un espectro que, donde tenía cabeza de mujer, ahora
presenta una calavera de caballo cubierta con carne podrida, ojos fulgurantes,
un hocico cavernoso repleto de enormes dientes averiados y un aliento hediondo
y putrefacto.
El monstruo, entonces, se aferra
fuertemente al jinete. El caballo, que parece darse cuenta de lo que lleva
encima, echa a correr en galope salvaje sin que nadie pueda contenerlo. Se
afirma que aquellos que al montar a la doncella han tenido malas intenciones,
esos mueren todos, y se les encuentra tendidos con los ojos abiertos y
saltados; los otros quedan inútiles para toda la vida.
Existen también un par de
historias donde la Cegua se presenta no como una mujer, sino como un niño que
llora a la vera del camino o cerca de un río, y cuando el jinete lo levanta y
lo sube al caballo para calmarlo, se da la horrible transformación.
OTROS DETALLES DE LA LEYENDA
En Nicaragua, en tanto, es
frecuente mencionar en las historias no una, sino varias ceguas, que podrían
incluso cooperar entre ellas para atrapar una víctima. Según la tradición, la
terrible Cegua que espanta a los hombres sería realmente una bruja traicionada,
la cual está en busca de venganza en contra de los mujeriegos trasnochadores.
Se dice que para que este personaje
adquiera su grotesca apariencia, primero tiene entrar en la oscuridad de la
noche a un maizal, donde hace un pacto con el señor de las tinieblas. Luego
ella realizaría un ritual en donde vomitaría su alma en un guacal o vacija,
para perder su alma y con ello poder empezar su transformación, con lo cual
adquiriría los poderes de la Siguanaba. Así, a través de los poderes demoniacos
unidos al de la siguanaba, puede convertir su cara en la de una yegua
esquelética; sus cabellos se vuelven como el pelo del maíz y sus dientes como
los granos de mazorca podrida.
Además de eso, el resto de su cuerpo se
transforma: su piernas se vuelven tan largas y robustas como las patas traseras
de un caballo, sus pies se hacen más grandes y lo mismo ocurre con sus brazos,
dándole a ella una gran fuerza física y velocidad, que le asegurarán no dejar
escapar a su víctima.
Cuando el trasnochador no es
precavido, la Cegua primero lo emboscaría, jugando con él, para luego
atormentarlo pero sin matarlo inmediatamente. El espectro se apodera del hombre
y le muerde la mejilla dejándole la marca de picaflor e infiel. Se dice que
todos los que la ven terminan locos, ya que al dejarlos ir, cuando estos son
encontrados por alguien, se les ve en su cara el terror de haberla visto, sus ojos
desorbitados también con una fuerte fiebre y otros síntomas, como la diarrea.
De esto se expresa el dicho popular nicaragüense "andar jugado de
Cegua". Posteriormente, la víctima casi loca, antes morir, lo único que
dice es: ¡La vi, la vi!
VEROSIMILITUD DE LA LEYENDA.
Como buen científico me niego a
creer en apariciones paranormales y demás tonterías infantiles, no obstante la
leyenda de la Cegua parece tener un amplio apoyo anecdótico que no deja de
despertar mi curiosidad. Mi propio abuelo, Gilberto Berríos según sus propias
palabras, era constantemente acosado por las susodichas criaturas debido a su
afición a los bacanales y a las bebidas espiritosas. No fue una vez que se
topó, no con una, sino con un sinnúmero de Ceguas que le silbaban y gritaban
con voces de ultratumba.
Mi abuela, Paulina Hernández, no
sólo no duda de la Cegua sino que me ha dado serios consejos para evitarla y
mis tías me narran de un tío, Pedro Berríos, que era perseguido en las noches
sin luz eléctrica por el mencionado espectro.
¿Existe? ¿No existe?
Queda al criterio del amable
lector.
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