Encontró la foto de casualidad.
Aquella tarde de diciembre, Rodrigo había salido más temprano de su trabajo, y caminaba tranquilamente atravesando el Parque Central, cuando un papel golpeó su frente de manera inesperada.
Sorprendido, Rodrigo tomó aquello y se dio cuenta de que era la foto de una mujer hermosa. Asustado, miró hacia todos lados, tratando de encontrar a la persona que la había perdido. Nadie: Estaba totalmente solo en aquel parque silencioso. Lo más seguro era que el viento se hubiera llevado aquella foto desde algún lugar lejano. Seguramente alguna chica habría descuidado un albúm o un novio furioso la había arrojado al vacío.
¿Qué se supone que debía hacer? ¿Acaso debía tirarla en la basura?
Con atención, empezó a examinar la imagen que se mostraba entre sus dedos. La mujer de ojos verdes, cabellos dorados y piel límpida que lo observaba desde el papel parecía la encarnación misma de la belleza y la sensualidad femenina. Al fondo se podía ver una especie de puerta hacia un jardín desenfocado, pero ningún otro detalle. En la parte de atrás había un simple número escrito con tinta morada: 4.
¿Qué significaba ese 4? No le dio importancia. Tomó la foto y la metió en el bolsillo de su saco y apuró el paso para llegar a su casa.
Desde ese día, Rodrigo no volvió a tener un momento de paz.
La preciosa imagen de aquella mujer desconocida se convirtió en una obsesión abrasadora que no le dejaba vivir, ni dormir.
Cada mañana, lo primero que hacía era sacar la foto del cajón en su mesa de noche y darle un beso en los voluptuosos labios rojos. A lo largo del día, la sacaba de su bolsillo en la oficina para acariciar el papel mientras imaginaba que paseaba sus dedos por las tersas mejillas de la fémina. Por la noche, cenaba con los ojos extáticos en la fotografía y antes de dormir le dedicaba una larga sesión de amor simulado, mientras fantaseaba con sentir el aroma de aquella piel perfecta.
Los días fueron pasando y la obsesión de Rodrigo se hizo aún más poderosa. Todas las tardes, al salir de la oficina, le parecía ver a la mujer de la foto entre la muchedumbre de personas que caminaba en la calle. De pronto veía su cabellera de oro flotando entre la multitud, pero por más que caminaba rápido (y a veces corría) nunca lograba alcanzarla.
A veces despertaba en la madrugada, y sentía el cálido abrazo de un cuerpo femenino o escuchaba los pasos ligeros de alguien fuera de su cuarto.
Al cabo de diez días, Rodrigo estaba al borde de la desesperación.
Sintiendo que estaba a punto de enloquecer, hizo una cita con un psicólogo respetado de apellido Berríos... ¡pero nunca logró verlo!
Una noche, -la noche antes de su cita-, se despertó como de costumbre en mitad de la madrugada y escuchó los suaves pasos de una persona que se acercaba a su cuarto. Rodrigo vivía solo así que, aquel sonido nítido, empezó a acelerar su corazón.
¿Acaso un ladrón había entrado a su casa? ¿O era alguna otra cosa? Para darse valor, sacó la foto de la gaveta y la apretó contra su pecho.
La puerta de su habitación se abrió con un chillido largo y tétrico, y frente a él apareció la figura perfecta de aquella mujer... ¡Era ella! ¡La mujer de la foto!
Rodrigo sintió que su corazón daba tumbos mientras veía los ojos verdes, el rostro angelical y la belleza ultraterrena de aquella dama que se acercaba a su cama con una sonrisa en las labios.
Suavemente la chica se subió sobre el colchón, se acercó a Rodrigo y unió sus labios a los suyos... Por un momento, Rodrigo vivió una felicidad indecible y maravillosa, hasta que, de pronto, sintió que despertaba de un sueño y percibió que la piel de aquella bella mujer estaba helada, muy helada.
Extrañado, comenzó a sentir aquel fuerte aroma que brotaba del cabello de la fémina (un aroma a sangre) y se dio cuenta de que su cuerpo se había vuelto tan pesado que no podía quitarlo de encima a pesar de que la empujaba con todas sus fuerzas.
Aterrado, trató de gritar pero la boca de la mujer silenciaba sus gritos, mientras sus fuertes manos lo inmovilizaban sin piedad.
Para cuando la vampiresa empezó a succionar su sangre, la vieja y maldita foto salió volando por la ventana...
***
Antonio se levantó temprano aquella mañana para ir a correr por el Parque y encontró aquella foto tirada en una escalera. Era la foto de una mujer hermosa. Antonio la revisó con detenimiento y antes de echarla en su bolsillo descubrió un número escrito con tinta morada: 5.
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