OJOS AL INFINITO: CIENCIA Y VERSO (Comentario al Poemario de Omar Alí Moya)




Pocas cosas suelen ser más incompatibles que el arte y la ciencia, aunque ambas nazcan del vientre de la inteligencia y se alimenten,igualmente, de la curiosidad. 

Es, de hecho, Paul Dirac, el célebre físico inglés, el que dirá las siguientes palabras:  “El objetivo de la ciencia es hacer las cosas difíciles comprensibles en una forma más simple, el objetivo de la poesía es decir las cosas simples de una manera incomprensible. Las dos son incompatibles”...


Pero ¿acaso tenía razón este corrosivo científico cuya estima por las musas parece ser nula?


No, del todo. 

Hay muchos buenos científicos que también son estupendos poetas. Ahí tenemos el caso del físico Erwin Schrödinger, ganador del premio Nobel por su investigación de la función de onda, un hito de la Mecánica Cuántica actual, pero que es más conocido por su teoría del famoso “Gato de Schrödinger” (si no sabes de qué diablos estoy hablando, te falta ver Natgeo o Big Bang Theory).


No obstante, es notorio que este famoso físico de apellido impronunciable es, además, un poeta interesante, cuya obra ha sido traducida al español con el título de Candentes Cenizas.


En Nicaragua, muchos escritores se han dedicado también a la ciencia. Fernando Silva fue médico y pediatra, Clemente Guido fue cirujano y su servidor es psicólogo, sólo para citar algunos ejemplos.


Sin embargo, no recuerdo que, en nuestra historia literaria reciente, se diera un caso como el del poeta de Nandaime, Omar Alí Moya García (docente de matemática y física) cuya ambición literaria –como si de poca cosa se tratase- ha sido unir poesía y ciencia en un sólo poemario.


Omar declara: “La ciencia y la literatura no están divorciadas, sino que se pueden conjugar y obtener poemas adaptados a la vida cotidiana”.


Ojos al Infinito, editado por Pensar, trae cuarenta poemas divididos en tres secciones diferentes que tratan de demostrar la certeza de las palabras citadas.


La primera de las secciones del libro es Retrospecciones, en dónde el poeta nos hace un ejercicio de nostalgia, reviviendo los fantasmas de viejos ayeres, de infancias perdidas, de ensueños infantiles. El poema “Casa” es bello y melancólico:


Me entra nostalgia cuando paso y te veo.

Aún puedo ver a mi madre viéndonos jugar

desde la ventana de la cocina al patio,

cuando el mundo era manipulable

y transformable a mis antojos...



De esta sección surge también el poema que da título al libro “Ojos al Infinito” y que sigue teniendo ese innegable sabor de añoranza.


Expando la mirada,

hasta volver a los días,

el barrio sumergido en el calor de la tarde,

la mujer que caminaba buscando el infinito,

y encontró solo espinas,

el niño que de largo

ve al horizonte hundirse

en cúmulos de sueños



En la segunda sección, Difracciones, Omar confiesa haber agrupado poemas con cierta temática social, entre otros. Lo más importante es que ya empezamos a ver la unión de matemática y poesía, de ciencia y verso.


Somos el resultado 
de las sumas algebraicas del destino,

que fue acomodando las ecuaciones

que me llevaron a tus brazos.



Pero más allá de eso, Omar hace juegos que combinan poesía y narrativa, a la vez que presenta imágenes que dejan pensando. Por ejemplo:


Se ha encontrado tirada una caja

entre objetos desvencijados, en

la tapa dice:

«Manéjese el contenido con cuidado»…

Una mujer desesperada la abre:

adentro hay un corazón.



La tercera sección es Biyecciones y contiene poemas que muestran de manera más contundente la profundidad que pueden alcanzar estos versos elaborados de manera científica. Uno de sus mejores poemas “Desgaste Social” inicia así:


Repetición cíclica del mundo;

el sol es el mismo que vimos hace milenios,

los millones de robots

que deambulan por el mundo...

Millones de historias

y los otros millones que se quedaron ciegos.



Omar Alí Moya nos da una gran muestra de su talento y creo que este poeta de Nandaime aún tiene mucho que aportar a nuestra literatura. Ya tiene un camino andado y un estilo propio, que no es poca cosa. Ahora sólo resta que nos siga sorprendiendo con su creatividad. Tal como dice el poeta Henry Petrie, Moya “tiene el equilibrio de un joven y la madurez de un hombre”.


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