Es una madrugada de sábado como cualquier otra en esta pequeña tienda de la gasolinera SHELL, en el kilómetro 13 de la carretera hacia Cosmapa.
Mi nombre es Kenia Roque y ya tengo un par de meses de trabajar en este condenado lugar. ¿Cómo se los describo? Bueno, no hay mucho que describir. Es una tiendita más bien pequeña en una gasolinera perdida en medio de la nada. A nuestro alrededor sólo hay kilómetros y kilómetros de bosque, y algunos potreros en la lejanía.
Lo bueno es que no estoy sola.
En la tienda también trabaja mi amiga Fátima Moncada y Maycol Olivas, el vigilante. Dos locos que han terminado convirtiéndose en muy buenos amigos.
Es una noche realmente aburrida. Automóviles van y automóviles vienen. Alguna gente se baja y compra cervezas, golosinas, condones. Nada extraño. Generalmente hay mucho movimiento antes de la medianoche, pero luego de las dos de la mañana el ambiente se pone silencioso y un poco tétrico.
Maycol oye música en su celular, con su escopeta descansando sobre la silla, mientras Fátima y yo charlamos de mi último novio patán, cuando un automóvil negro da un frenazo frente a la tienda.
La portezuela del vehículo se abre y una mujer alta y morena entra empujando la puerta de vidrio y haciendo sonar una campanita. Parece en shock. Está cubierta de sudor y las manos le tiemblan de forma incontenible.
-¡Cierren! -grita-. ¡Cierren esa maldita puerta! ¡No la dejen entrar!
Yo salgo de la caja registradora y trato de calmarla.
-Señora, tranquila... ¿Podemos ayudarla en algo?
-No la dejen entrar... No la dejen entrar...
-¿De qué mierda está hablando? -pregunta Fátima, abrazándose a sí misma.
Quiero responderle, pero la verdad es que yo tampoco sé qué está pasando. ¿Qué le ocurre a esta loca? ¿Estará drogada? Estaba a punto de decirle a Maycol que llamara a una ambulancia, cuando escuchamos el "tin tin" de la campanita.
La puerta se estaba abriendo y la mujer morena dio un salto para empujarla y volver a cerrarla.
-NOOOO -grita-. ¡NO TE DEJARÉ ENTRAR!
Asustada, miro a mi alrededor. Fátima tiene los ojos cerrados y se agarra del brazo de Maycol como un gato asustado. La mujer, por su parte, cierra la puerta presionando su espalda contra el marco de metal.
-Señora, debe calmarse -le digo-. Ahí no hay nadie.
-Que no entre... que no entre... no la deje entrar...
-Mi nombre es Kenia -le dije-. ¿Cuál es su nombre?
-Silvia Ramírez.
-Muy bien, doña Silvia. ¡Venga conmigo! Llamaremos una ambulancia y...
Un golpe fuerte sobre el cristal de la puerta interrumpió mis palabras. Sentí un escalofrío esparciéndose por mi espalda al momento que escuchaba como si algo estuviera arañando el vidrio.
-¡Oh, Dios, ahí está! -dijo Silvia.
Con mi corazón palpitando a mil por hora, me atrevo a mirar hacia afuera. Ahí está: Es una niña. Lleva un vestido de flores de colores. Su cabello rojizo cae sobre sus hombros y en su rostro inocente hay una sonrisa tierna. Sus ojos celestes se clavan en mí. Luego levanta ambas manos y trata de empujar la puerta.
-No, no, no... ¡Que no entre! -grita Silvia-. Ayúdenme. No la dejen entrar.
-Señora, tenemos que atender a nuestros clientes -le digo-. ¡Además sólo es una niña!
Silvia me miró a la cara con lágrimas de terror rodando en sus mejillas.
-¡No es una niña!... ¡No sé qué es, pero no es una niña!
Estoy asustada y ahora no sé qué debo hacer. Lo peor es que yo misma estoy teniendo miedo de la niña. Hay algo raro en ella. ¡Algo está mal en esa forma de sonreír!
Fue en ese momento en que lo vi estacionarse. ¡Gracias a Dios! Todos los días, a las tres de la mañana, el oficial Danilo Rayo buscaba su café y su donuts en la tienda, y esta vez no iba a ser la excepción.
El hombre cierra la portezuela de la patrulla, se acomoda el cinturón con el arma y arquea una ceja al vernos.
-¿Pasa algo? -grita desde afuera.
-La señora no quiere dejar pasar a nadie -le explica Maycol.
-Y hay una niña -añade Fátima.
El veterano policía sonríe. Seguro que imagina que es cosa de drogadictos. Se acerca a la niña que lo espera con la misma sonrisa falsa.
-Bueno, bueno, pequeña, ¿dónde están tus padres? -le pregunta.
Aquella cosa no responde. Sólo emite un sonido raro y pareciera que se derrite. De pronto, cae al suelo convertida una masa rosada y putrefacta, llena de tentáculos grotescos.
Danilo Rayo saca su arma, trata de apuntar pero dispara cuatro veces hacia la nada, todo antes de que esa asquerosidad suba por sus piernas y cubra su cuerpo.
La visión es enervante. Fátima vomita, Maycol reza y Silvia da un alarido. Sólo yo me quedo a contemplar toda la escena salida del infierno.
Cuando ya no queda nada del policía, la masa vuelve a tomar la forma de una niña.
Camina tranquilamente, dando saltitos de alegría y se acerca a la puerta. La empuja. De inmediato me lanzo sobre el marco, antes de que pueda mover a Silvia y entrar en la tienda.
-Fátima, Maycol -les grito-. Empujen, empujen. ¡Que no entre!
Ellos no esperan que se los diga dos veces. Los cuatro echamos nuestro peso sobre el marco metálico y empujamos, pero la presión de afuera es increíble. Esa "niña" parece ser más fuerte que nosotros. Nos echa hacia atrás, abre ligeramente y hace sonar la campanilla.
De pronto, entiendo que nuestro esfuerzo es inútil.
Esa cosa va a entrar... ¡Si no la detengo de otra manera, esa cosa va a entrar!
Salto hacia la silla de Maycol y tomo su escopeta. Tiro con todas mis fuerzas para quitar el seguro y apunto el cañón hacia el rostro inocente del monstruo.
Aprieto el gatillo...
***
Para cuando amaneció la "niña" se había esfumado. Fátima dice que vio la cosa rosada regresando al bosque, pero yo no estoy segura.
La policía nos acusó de la desaparición de Danilo, pero no pudieron demostrar nada. Las cámaras de seguridad exteriores se habían dañado y las interiores sólo grabaron a cuatro locos tratando de mantener cerrada la puerta.
Todavía me pregunto: ¿Por qué esa cosa simplemente no rompió el vidrio?
Y ¿sabes qué? Me aterra pensar en la respuesta obvia: Lo que sea que merodeaba la gasolinera, sólo estaba jugando con nosotros.
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Hola Dr Berríos, goza de bastante imaginación un relato lleno de ficción.
ResponderEliminarEl diálogo entre los personajes.
Seguro influye los años de consumo por medios escritos, y visual para llenarse de elementos dónde recrea al lector un sentir a la misma reacción dentro una película de suspenso o entretenimiento de Hollywood, la trama y el drama revela el dominio de su género
Le agradezco que se tomara su tiempo para leer y para comentar. Sus palabras me motivan a seguir mejorando. Un abrazo. R.B.
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