Hoy ya no hay nada de ella.
El tiempo, y el odio de los que la temían, fueron destrozándola hasta dejar sólo un montón de rocas rodeadas de maleza.
Antes de eso, cuando fue construida en 1890 por inmigrantes italianos, era una mansión soberbia y elegante que extrañamente no fue habitada en casi cuarenta años.
Cuando finalmente alguien se animó a vivir ahí, el señor Raymond Ponds, embajador de Francia, se convertiría en una de las primeras personas en experimentar la violenta presencia de seres del Más Allá.
Cuando finalmente alguien se animó a vivir ahí, el señor Raymond Ponds, embajador de Francia, se convertiría en una de las primeras personas en experimentar la violenta presencia de seres del Más Allá.
EL HUÉSPED INDESEADO
Todo parecía indicar que el diplomático extranjero tenía un huésped indeseado en su lujosa casa (o quizás el huésped indeseado fuera él).
La casa entera despedía un aura de tristeza y un hálito de inquietud que era fácilmente percibido por sus inquilinos. Sin embargo, el racionalista Ponds no le dio importancia hasta la noche en que una mano invisible descargó sobre su rostro una violenta bofetada.
Como si eso fuera poco, la familia comenzó a percibir los pasos que subían y bajaban las escaleras, los gritos desgarradores que parecían venir del jardín y una fuerza que movía las camas de todos mientras dormían.
Todo esto se lo contó Ponds al escritor Fernando Silva, tiempo después de que se dio por vencido y dejó la casa al mando de sus habitantes de ultratumba.
NUEVO NOMBRE: MISMOS FENÓMENOS
En los sesenta, el Dr. Raúl Aguilar compró la propiedad y le cambió el nombre a Quinta Angélica en honor de su madre. Vivió con su familia en el lugar durante dos años, conviviendo con las pequeñas travesuras de los fantasmas, hasta que la abandonó él también.
Los lugareños siguieron coexistiendo con la casa de la que se oían gritos pavorosos, pasos, puertas que se cerraban de golpe, y espectros de negro que -en ocasiones- abandonaban el edificio y se lanzaban a caminar en el bosque aledaño.
Otro registro fidedigno es el de un grupo de militares que en 1978 habían puesto un retén frente al lugar, pero tuvieron que abandonarlo huyendo cuando escucharon un lamento tenebroso y sostenido que flotaba en el viento.
En los años noventa, un grupo de policías utilizó el inmueble para un operativo. Se quedaron a dormir en el sitio, todos juntos en la sala en ruinas. Luego de unas horas el amanecer los despertó, encontrándose a la intemperie, muy cerca de la carretera.
En el año dos mil, un grupo de estudiantes no podía encontrar la puerta de salida de la casa. Corrieron dando gritos por pasillos sin fin, hasta que rezaron y la puerta se les apareció misteriosamente.
Algunos lugareños recuerdan un muchacho que reparaba la carretera y se alejó de sus compañeros cerca de la casa. No lo pudieron encontrar hasta el día siguiente, muerto y con un gesto de terror congelado en su rostro.
DESTRUCCIÓN
La Quinta Angélica ya no existe.
Ya sólo escombros quedan de lo que fue la casa embrujada más famosa de Nicaragua, pero los fenómenos no se han detenido. En las noches, los automóviles suelen apagarse, los celulares pierden señal y los caminantes pueden dar vueltas en círculo sin encontrar su camino.
Ya sólo escombros quedan de lo que fue la casa embrujada más famosa de Nicaragua, pero los fenómenos no se han detenido. En las noches, los automóviles suelen apagarse, los celulares pierden señal y los caminantes pueden dar vueltas en círculo sin encontrar su camino.
Además no es infrecuente que personas vengan a recoger piedras o tierra del sitio, seguramente con la finalidad de usarlos en blasfemos rituales o en un intento de recrear en otras partes el fenómeno oscuro que hizo legendaria esta casa.
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