Ya hemos hablado de esto antes:
El consultorio de un terapeuta es algo muy importante en la terapia.
No obstante, a pesar de esto, los
terapeutas cometemos pequeños errores, por descuido o inexperiencia, que pueden
terminar afectando la percepción que podría tener el paciente de nosotros o,
peor, que termine incidiendo negativamente todo el proceso terapéutico.
He aquí, diez errores comunes que
deben evitarse en un consultorio.
1-. Tener Propaganda Política.
En nuestros países la política no
es un tema trivial. Las pasiones se mueven debido a la política y algunas
personas se lo toman tan a pecho que llegan a discutir (y algunas hasta a
agredir) por diferencias políticas insalvables.
Gran parte de la ciudadanía se
identifica con una u otra posición ideológica y para algunas personas este es
un elemento crucial de sus identidades personales y del funcionamiento de su
vida en general.
Izquierdistas y derechistas
discuten largamente y hasta los que no pertenecen a ninguna posición política
son capaces de debatir contra los que sí la tienen.
Tomando en cuenta todo lo
anterior, lo ideal es que el terapeuta se abstenga de poner en su consulta todo
tipo de propaganda que lo pueda identificar con una posición política e
ideológica.
El terapeuta, como ser humano,
tiene todo el derecho a creer y defender la ideología que más le agrade pero no
tiene el derecho de imponerla a sus pacientes y toda propaganda es, en sí
misma, un intento de imposición.
Además siempre este tipo de
propaganda dificulta la terapia. Tanto si la persona está de acuerdo con
nuestra posición como si no, una propaganda desviará el curso de la entrevista
hacia cuestiones que no tienen que ver con el motivo de consulta.
2-. Tener Propaganda
Religiosa.
Lo dicho anteriormente cabe
también en el apartado de la propaganda religiosa. Al igual que en la política,
la religión es un elemento crucial en la vida y la identidad de los individuos
y puede ser el centro de acalorados debates. El terapeuta, por supuesto, puede
creer y defender sus creencias fuera de su consulta, en el ámbito personal,
pero en el ambiente terapéutico debe abstenerse de promover sus creencias o
“evangelizar”.
Tanto las imágenes de santos
católicos como propaganda evangélica (o de otros grupos protestantes) puede
causar desconfianza en aquellos pacientes que tienen otra fe. Incluso, el
terapeuta puede perder la confianza de aquellos pacientes que no tienen
religión (agnósticos o ateos) y que consideran inferior a un profesional que
conserva creencias religiosas.
3-. Ostentar Adornos de índole
Sexual.
Para ti colocar en tu consultorio
una estatua de la Venus de Milo con los senos al aire o una foto de alguna
pintura renacentista donde aparece una joven desnuda es un signo de gusto
artístico y de alto nivel intelectual… Para la anciana religiosa que acaba de
entrar: es un signo de que eres una persona pervertida.
Está bien, convengamos que una
persona con trastornos sexuales podría ver un cuadro donde aparecen frutas y
alucinar con senos, vaginas y penes. Ahora piensa: ¿Qué tal si pones la estatua
de una ninfa griega totalmente desnuda? ¿Le ayudará esa imagen a concentrarse
en su recuperación?
Tomando en cuenta que también las
personas de creencias religiosas conservadoras podrían salir para jamás volver,
lo ideal para los terapeutas sería evitar este tipo de decoraciones.
4-. Colores Depresivos o Chillones.
Diversos estudios han demostrado
que ciertos colores, como el blanco o el gris, son percibidos por las personas
como “depresivos, fríos, impersonales, poco relajantes”, pero irse al otro
extremo, a los colores chillantes, es un error porque también proyectan la
imagen de que la persona es poco profesional.
Las paredes deben mostrar un
color bajo, de poca intensidad, que sea percibido como relajante y que a la vez
agrade al propio terapeuta, que es quien tiene que trabajar ahí todos los días.
5-. Diplomas ¿Sí o No?
La respuesta ante el asunto de
los diplomas puede ser tanto el sí como el no. Tanto al paciente le gusta saber
que el terapeuta está certificado como al terapeuta le gusta mostrarlo. Es un
asunto de ego para muchos psicólogos y de confianza por parte de los pacientes.
Pero lo que es bueno para el
profesional no lo es tanto para la pared del consultorio: entre menos diplomas
es mejor.
Sí, está bien, tienes mil
maestrías y cuatrocientos doctorados (estoy siendo exagerado, lo sé) pero,
¿acaso tienes que abultar la pared tras de ti con todos esos diplomas?
En primer lugar, ningún paciente
lee todos los diplomas a menos que tenga una compulsión. En segundo lugar, si
el paciente realmente necesita saber los logros académicos de su psicólogo de
seguro va a preguntar. En tercer lugar, ese cúmulo de diplomas no se ve como un
conjunto de logros sino como una aglomeración de objetos que pueden causar
distracción en el paciente e interferir con la terapia.
Unos cuantos diplomas y
reconocimientos que avalen al psicoterapeuta, colocados con buen gusto en la
pared, serán suficientes.
CONTINUARÁ EN LA SEGUNDA PARTE
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