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LA CACERÍA (Partes 1 y 2)



LA CACERÍA 1
Santiago era un psicópata. Nadie lo sabía mejor que él.
Desde niño, se había ejercitado en el siniestro arte de quitar vidas destripando los gatos del vecindario y practicando torturas horrorosas en los pajarillos que lograba capturar. Al llegar a la edad adulta, había decidido hacer el paso definitivo hacia su destino de monstruo perfecto, y empezó a asesinar mujeres a las que mataba de maneras aterradoras pero exquisitas.
Pronto, todos los noticieros del país le empezaron a llamar “El Cazador de Copacabana”. Seudónimo que siempre consideró elegante y honroso para un buen psicópata como él.
Probablemente se hubiera sentido feliz con el reconocimiento público de no ser porque otro asesino empezó a invadir su territorio.
Las muertes del novato eran achacadas al “Cazador de Copacabana”, pero él sabía que nada tenía que ver con él. La diferencia más notable era que el otro “Cazador” mataba hombres, cosa que él consideraba de muy mal gusto.
Sin embargo, debía reconocer que el otro asesino era realmente muy bueno.
El desconocido novato tenía una técnica impecable para desmembrar a sus víctimas y un cuido del detalle que hacía que las escenas del crimen fueran muy hermosas, incluso artísticas (al menos lo eran para alguien como él, ya que los demás sólo parecían sentir horror).
Santiago se dio cuenta que, si no quería ser superado por el novato, tenía que demostrar su superioridad.
Era necesario, por tanto, buscar una nueva presa.

***
Aquella noche, Santiago decidió salir de cacería.
Se vistió con el elegante esmoquín negro que compró en Brasilia, se roció el perfume que había importado de París y se aseguró que su peinado fuera perfecto. Su imagen en el espejo era la de un joven adulto, de porte masculino, barba bien cortada y mirada intensa.
Tomó el taxi hacia un bar aleatorio y desde que atravesó la puerta identificó a su nueva “presa”.
Era una mujer bella.
Su largo cabello caía sobre sus hombros delicados y sus ojos oscuros se clavaban en un libro, mientras su mano izquierda sostenía una copa de vino tinto. Santiago no pudo evitar imaginarla sobre su mesa, mientras abría su piel con un cuchillo. Excitado por la imagen, caminó hacia ella, haló un asiento y se acomodó justo enfrente. La mujer apartó la vista del libro y arqueó una ceja.
-Disculpe –le dijo-. ¿Lo conozco?
-Aún no –dijo él, con cierto tono coqueto-. Mi nombre es Santiago Itaspes.
La mujer sonrió ante la audacia de aquel guapo hombre, cerró el libro y le tendió la mano.
-Soy Jaritza Torrez –respondió ella-. Mucho gusto.
Santiago sonrió complacido. Ahora sólo era cuestión de tiempo antes de llenar sus manos con la sangre de aquella bella jovencita.

***
El resto de la noche, Santiago dominó la conversación.
Era un experto en el arte de embaucar a sus presas, hablando de libros, música, cine, y cualquier otra cosa que ganara la confianza de éstas. Ese era el primer paso.
El segundo paso consistía en dar a entender a las mujeres que tenía un apartamento espectacular a orillas de las azules y siempre exóticas playas de Copacabana, hasta el punto de que sus presas desearan conocerlo.
-Debe ser hermoso poder ver las playas desde ese apartamento –dijo Jaritza, con inocencia-. Me encantaría conocerlo.
-¡Si quieres podemos ir ahora mismo! –dijo Santiago, tratando de disimular la excitación que sentía.
La joven ni siquiera dudó en aceptar.
-Claro –dijo Jaritza-. Tengo mi automóvil en el estacionamiento.
La felicidad de Santiago era indescriptible. Aquella presa tan bella era muy fácil de atrapar. Era tan ingenua que realmente se merecía que la matara con todo el sadismo posible.
Salieron del bar y caminaron por el estacionamiento hasta un automóvil rojo. Jaritza le quitó el seguro a las puertas y ambos entraron al vehículo.
Esa era la oportunidad que Santiago estaba esperando.
Ya estaba a punto de sacar su navaja para amenazar a su nueva presa, cuando algo extraño, muy extraño, sucedió.
Sintió un dolor punzante en el cuello y un líquido tibio que entraba por sus venas y se regaba por su cuerpo, paralizándolo.
Asustado, se dio vuelta y descubrió la jeringa en la mano de Jaritza y la mirada macabra que ésta le lanzaba.
-¿Qué hiciste? –preguntó, mientras sentía que sus miembros se inmovilizaban.
-Tranquilo, corazón –dijo Jaritza-. ¡Sólo es una pequeña dosis de diazepam para que estés relajado mientras llegamos a casa!
Santiago lo entendió todo.
Aquella mujer de rostro inocente era el famoso novato que había invadido su territorio, el otro “Cazador de Copacabana” (o mejor dicho “la Cazadora de Copacabana”). Todo el tiempo había pensado que estaba atrapando a su presa cuando era todo lo contrario: ¡La presa era él! Ahora estaba a su merced y sabía que no tendría escapatoria.
-Te amo –susurró Santiago.
Jaritza sonrió de forma siniestra y en sus ojos brilló la sed de sangre.
-Yo también te amo, corazón –le dijo.
Luego encendió el auto mientras Santiago cerraba los ojos...



LA CACERÍA 2

1
(INICIO DE GRABACIÓN) “Click”.


Mi nombre es Gema Rodríguez, detective en el área de homicidios de la fuerza policial brasileña, y grabo este mensaje en mi teléfono para que quede evidencia de mi terrible situación.
No veo nada.
La tenue luz de la pantalla de mi teléfono me muestra que estoy en una especie de cueva o mina abandonada. Las paredes son de roca sólida. El suelo está lleno de tierra, con algunos charcos hediondos. Frente a mí hay un largo pasadizo oscuro. No sé si deba caminar por él, pero no me parece que tenga otra opción.
Estoy aterrada, lo confieso, ¡totalmente aterrada! No sé que vaya a suceder conmigo, pero tengo miedo. (Sonido de llanto).
Mi teléfono dice que son las tres de la mañana del viernes. Quiere decir que he estado inconsciente unas ocho horas. Lo último que recuerdo es que me dirigía hacia mi automóvil, después de haber pasado todo el día tratando de encontrar al asesino de Santiago Itaspes, un muchacho universitario de nuestro vecindario.
Yo estaba segura de que había sido asesinado por el famoso “Cazador de Copacabana”. Si tan sólo supiera con quien se reunió Santiago antes de morir podría atrapar al desgraciado… Pero ha sido el revés. ¡El Cazador me atrapó a mí!
Recuerdo que salí de la oficina, caminé por el estacionamiento vacío y justo cuando iba a abrir el vehículo sentí un piquete en el cuello, un dolor de inyección, y luego un líquido abrasivo que se me metía entre las venas, entumeciendo mi cuerpo. De inmediato di un salto hacia atrás y traté de sacar mi arma, pero no pude hacer nada. Antes de poder reaccionar, me desmayé sobre el asfalto.
Desperté aquí, sin señal en mi teléfono, y aún aturdida por la droga.
¿Qué debo hacer? ¡Dios mío! ¿Qué debo hacer?
.
(FIN DE LA PRIMERA GRABACIÓN).
.

2.
(INICIO DE SEGUNDA GRABACIÓN) Click.

Si algo me llega a pasar… si algo me pasa… (sonido de llanto)… si algo me pasa, quiero que le den esta grabación a mi compañero, el detective Ariel Escorcia… (llanto).
Ariel, escúchame bien, ¡atrapa a este desgraciado!
No lo dejes escapar…
No lo dejes…
¡Aaaahhh!
(Grito) (FIN DE LA SEGUNDA GRABACIÓN)
.

3.
(INICIO DE LA TERCERA GRABACIÓN) Click.

Perdón, la última vez me he asustado con un murciélago. Lo siento, este lugar me está volviendo loca.
He decidido comenzar a caminar por el pasillo. La luz de mi teléfono es muy pobre y me estoy maldiciendo a mí misma por no haber descargado una aplicación de linterna. Veo trozos de madera podrida, botas sucias, un trozo de riel oxidado… ¡Definitivamente este sitio es una antigua mina!
¿Un momento? ¿Hay minas abandonadas en Copacabana? Maldita sea, soy una detective y no tengo ni idea.
He tomado el trozo de fierro viejo. En este momento será mi mejor amigo. Es la única arma con la que cuento, pero es mejor que nada.
Si me encuentro al famoso “Cazador” ya verá lo que puedo hacerle al muy maldito.
Que no se equivoque.
Seré joven y delgada, pero he jugado baseball desde hace años y sé muy bien como dar un buen batazo. Si logro tenerlo cerca, podré abrirle el cráneo con este pedazo de riel, sin duda.



¡Qué silencio tan horrible!
Este maldito lugar es una tumba. Si no estuviera grabando, no se escucharía nada. ¡Me siento tan sola, tan sola! Ariel, ¿me escuchas? Debes buscar una mina abandonada a menos de ocho horas de la oficina. ¿Entiendes?

Creo que escuché algo. Unos pasos. ¡Dios mío, alguien se acerca!

−Quieto, Policía de Brasil. Levante las manos.
−¡Ayuda, por favor!
¡Dios santo, es una chica! ¿Es otra secuestrada? ¿A cuántas mujeres ha secuestrado este monstruo?
−Por favor, ayúdeme… ayúdeme… sáqueme de aquí.
−Cálmate, niña, debes calmarte. ¿Quién eres?
−Me llamo Jaritza… Jaritza Tórrez… Desperté en este lugar… Usted… ¿Usted está grabando con su teléfono?
−Sí, así es. Podría servir de evidencia en el futuro. ¿Sabes cómo salir de aquí?
−No, no lo sé… yo… yo no sé…
−Niña, cálmate, debes calmarte… Niña… ¡Niña!…
La chica se ha desmayado. ¡Esto es terrible! ¿Cómo voy a sacarla de aquí? ¡Carajo! ¿Cómo voy a salir yo?
(FIN DE LA TERCERA GRABACIÓN)


4.
(INICIO DE LA CUARTA GRABACIÓN) Click.

No he seguido caminando. Me he quedado sentada en medio de esta oscuridad infernal. Tengo miedo, mucho miedo, pero no puedo dejar abandonada a Jaritza.
¡Pobre chica!
Estaba más aterrada que yo y eso la llevó a desmayarse. Seguramente es otra víctima del “Cazador”. Es muy bonita. Tiene un cuerpo delgado y curvilíneo, y no tendrá más de veinticinco años. Su piel es blanca, su largo cabello es negro y los rasgos de su rostro son finos. La ropa es de marca, debe de tener buena posición económica.
¡El cuello me duele!… ¿Por qué me duele?
Claro, el desgraciado me inyectó para traerme hasta acá, y no me trató con delicadeza. Siento inflamada la parte lateral de mi garganta, seguramente por la aguja con la que me pinchó.
Me pregunto si Jaritza también tendrá esa marca… Quizás debería revisar…

(Se oyen sonidos, como si Gema estuviera poniendo el teléfono sobre algo).

Me voy a acercar a Jaritza para revisar su cuello. Si es una víctima, como yo, deberá tenerlo inflamado. La chica no se mueve. Parece que su desmayo ha sido muy profundo. No veo nada, pero comienzo a palpar su cuello… ¿No hay inflamación? ¿Qué significa…?
¡Aaaahhhh!

(Se oye un grito. Sonidos de golpes, como si hubiera personas luchando)

Ariel, Ariel, me hirió. La maldita me hirió… ¡Ariel, ayúdame, alguien ayúdeme!…
No es un cazador, es una cazadora. Repito: Es una cazadora… PUM (Sonido de golpe).
(FIN DE LA CUARTA GRABACIÓN)


5.
(INICIO DE LA QUINTA GRABACIÓN) Click.

Querido oficial Escorcia:
Su amiga Gema Rodríguez sigue viva, pero no por mucho tiempo. ¿Cree poder encontrarla antes de que yo lo encuentre a usted?
¡Que comience la cacería!

(FIN DE LA GRABACIÓN).




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