Es una madrugada de sábado como cualquier otra en esta pequeña tienda de la gasolinera SHELL, en el kilómetro 13 de la carretera hacia Cosmapa. Mi nombre es Kenia Roque y ya tengo un par de meses de trabajar en este condenado lugar. ¿Cómo se los describo? Bueno, no hay mucho que describir. Es una tiendita más bien pequeña en una gasolinera perdida en medio de la nada. A nuestro alrededor sólo hay kilómetros y kilómetros de bosque, y algunos potreros en la lejanía. Lo bueno es que no estoy sola. En la tienda también trabaja mi amiga Fátima Moncada y Maycol Olivas, el vigilante. Dos locos que han terminado convirtiéndose en muy buenos amigos. Es una noche realmente aburrida. Automóviles van y automóviles vienen. Alguna gente se baja y compra cervezas, golosinas, condones. Nada extraño. Generalmente hay mucho movimiento antes de la medianoche, pero luego de las dos de la mañana el ambiente se pone silencioso y un poco tétrico. Maycol oye música en su celular, con su
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