Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Relato

LA MUJER QUE ESPERABA EN LA LLUVIA

Estaba sentada en una banca del parque, bajo el torrencial impacto de la lluvia, completamente empapada y con la mirada perdida. Era bella. No tendría más de veinte años y tenía un aura de sensualidad que se acentuaba con el vestido pegado a su silueta perfecta. Su rostro fino descansaba sobre sus manos mientras el viento agitaba su cabellera negra. -¿Crees que espere a alguien? -le dije a Rodrigo. -Ninguna mujer en sus cabales espera a nadie bajo la lluvia -replicó mi compañero. Yo la seguí observando desde el cristal de la ventana y me embargó la profunda certidumbre de que tenía que ir a hablarle. -Quizás se espera a sí misma -le dije a Rodrigo. Él no me respondió. Creo que se encogió de hombros pero no lo recuerdo bien. Aquella era una tarde aburrida y lo único que hacíamos en la oficina era vegetar a la espera de que dieran las 5 en el reloj, mientras mirábamos a la hermosa chica que se mojaba en la lluvia. -Iré -le dije a Rodrigo. -¿Qué vas a hacer?  -Voy a

LA MUJER DEBAJO DEL PUENTE

Para la Payita. Cuando llega mayo las noches se vuelven frías. Las lluvias irrefrenables se abalanzan desde los altos cerros lavando el calor del verano, el polvo amarillo y ardiente de abril, la basura que se ha ido acumulando en el Río Grande y la nostalgia del invierno que se cuece a fuego lento durante la Semana Santa. Matagalpa, entonces, parece volver a la vida bajo el hechizo del diluvio. Las calles se revisten de charcos cristalinos en los que se rompe la luz anaranjada del tendido eléctrico, mientras los novios se toman de las manos para salir a la intemperie y disfrutar del ensueño de besarse en la tormenta. El invierno es alegría. Los niños aprovechan el rato para jugar al futbol en el fango de los potreros. Con pelotas remendadas, repiten la final épica de Argentina contra Francia, donde ambos equipos quieren ser la albiceleste y todos los jugadores quieren ser Messi, jugando sangre, a guerra limpia, con goles agónicos de ida y vuelta, con un par de peleas incluidas

LA NIÑA QUE VENDÍA BESOS

Los labios de Diana Renata eran grandes, curvos y lisos y tenían el sonrosado color de las fresas maduras. Su lengua era húmeda como la sandía y suave como la niebla y su aliento exhalaba constantemente un aroma a menta. Todos en la escuela lo sabían porque cualquiera que tuviera cinco pesos podía comprobarlo. Diana Renata era vendedora de besos. Todas las mañanas, a la hora del recreo, se sentaba bajo el castaño que la protegía del bárbaro calor del sol y esperaba su clientela sin impaciencia ni vergüenza. Cinco pesos era el costo de un tierno beso en los labios. Diez pesos era el del mismo beso tierno, pero ahora con el valor agregado de que ella abrazaba al cliente. Por quince, abría tenuemente su boca para embrujar a su compañero con su aliento glaciar, y por veinte ella mordía los labios del afortunado. Sólo había un tabú para Diana Renata: el beso francés. La simple idea de tener en su propia boca la lengua de otra persona la asqueaba hasta el punto del vómito, as

LA ÚLTIMA BALA (Relato de Zombis)

Están golpeando la puerta. Pronto romperán esa pequeña barrera que me mantiene a salvo y entrarán en mi cuarto para ponerle fin a mi sufrimiento. No hay escape. En el viejo revólver plateado de mi padre sólo queda una bala solitaria, pero al otro lado de la puerta hay más de una decena de monstruos hambrientos y gemebundos. Mi familia está muerta. De eso estoy seguro. Al principio habíamos tratado de atrincherarnos en la casa, a la espera de que los militares retomaran el control de la situación y mandaran al infierno a aquellos muertos andantes, pero los malditos eran demasiados y los militares finalmente dejaron la ciudad a su suerte. No sobrevivimos ni una noche. Mis padres, quienes trataron de sostener la puerta para contener el ejército de zombis, fueron los primeros en ser devorados en una orgía de sangre, gritos y miembros cercenados. Aterrorizado por aquella escena infernal, salí huyendo hacia mi cuarto dejando en la sala a mi hermanita de tres años. No sé

LA CHICA DEL AUTOBÚS (Relato)

Estaba sentada en su asiento del autobús emanando tal aura de belleza que daban ganas de llorar o de cantarla en églogas renacentistas. Era sobrenaturalmente hermosa. No, por favor, no pienses en esa belleza artificial de las pésimas revistas de moda o de insomnes vídeos pornográficos. Ella era distinta y, a la vez, superior. No estaba delgada. Nunca he entendido la obsesión de nuestra sociedad por las mujeres delgadas, siendo que en la mayor parte de nuestra historia la mujer ideal era representada con lo que hoy se llamaría sobrepeso. Ella no encajaba en esas ridículas normas sociales. Tenía un cuerpo ancho y sólido que no caía en la vulgar gordura, pero que daba a entender que había carne bajo la ropa, carne tibia y perfumada. Sí, la chica del autobús estaba un poco gorda y, sin embargo, era tan sensual que me hubiera gustado tan siquiera aspirar el perfume de su sombra proyectada en el suelo. ¿Cómo se llamará? Me desbarato las neuronas pensando en un nombr

CITA EN EL CEMENTERIO

-¿Quieres tomar un trago esta noche? La voz de Emily White al otro lado de la línea telefónica ya no sorprendía a Samuel Home, pero aquella pregunta era tan inesperada e ilógica que por varios segundos se quedó sin poder responder hasta que Emily perdió la paciencia. -Si tienes otra cosa qué hacer –dijo-, mejor olvídalo. Adiós. -No, no, no, espera –gritó Home, antes de que ella le colgara el teléfono-.  Disculpa. Claro que quiero salir. -Hay un lugar en la avenida Baudelaire, es un bar llamado El Gato Negro –explicó ella-. ¿Te veo a las ocho? -Por supuesto, a las ocho… Oye, ¿qué has sabido del “Vampiro de Nueva Jersey”? ¿El FBI tiene el caso? -No, es un caso de la policía local –dijo White con fastidio-. ¡Por favor,  Samuel, está noche me gustaría que tengamos la primera conversación donde no charlemos de sucesos paranormales y cadáveres descompuestos! -Lo siento, detective –rió Home-. Esta noche me portaré como un tipo normal. -Y algo más –dijo ella, a